¿Por qué algunos niños comen más verduras?: El entorno y el acceso juegan un papel clave

Tiempo de lectura: 2 minutos Una investigación de la Universidad de Chile determinó que la aceptación de las verduras en niños no depende únicamente de sus preferencias personales, sino de factores cruciales como la exposición temprana, el acceso y el entorno social.
El bajo consumo de verduras en la infancia es una preocupación global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo identifica como un factor de riesgo asociado a enfermedades no transmisibles como diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer.
Para abordar esta realidad, la académica Karinna Estay, de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, lideró dos investigaciones: el proyecto FONDECYT Postdoctorado N° 3220401 y el proyecto U-Inicia UI-001/23. Ambos estudios buscaron comprender las preferencias infantiles por las verduras y el rol de la neofobia alimentaria (miedo a probar alimentos nuevos).
La investigación se desplegó en 15 colegios de diversas comunas de Santiago, abarcando un amplio espectro socioeconómico (San Ramón, Lo Espejo, La Pintana, Pedro Aguirre Cerda, Maipú, Recoleta, Cerrillos, Ñuñoa, La Reina y Las Condes). Participaron alumnos de cuarto básico, junto a sus madres, combinando metodologías cuantitativas y cualitativas.
Se realizaron degustaciones, encuestas, mediciones antropométricas y grupos focales (43 niños y 40 madres). Además, se efectuaron evaluaciones sensoriales con 363 niños para verduras familiares y 216 para verduras no familiares.
Desigualdades de acceso dificulta el consumo de verduras
Uno de los hallazgos más significativos fue la ausencia de diferencias importantes en el gusto por verduras familiares entre niños de distintos niveles socioeconómicos.
«Esto sugiere que las diferencias en su consumo no estarían relacionadas con la aceptabilidad, sino más bien con desigualdades en el acceso y la disponibilidad«, indicó la profesora Estay a la casa de estudios. Reducir estas brechas, por tanto, sería fundamental para mejorar la dieta infantil.
Sin embargo, el panorama cambió frente a verduras no familiares. «Sí se evidenció un efecto del nivel socioeconómico: los niños de contextos más vulnerables mostraron menor aceptabilidad y mayor resistencia a probar nuevos alimentos, medida a través de niveles más altos de neofobia alimentaria», detalló la investigadora.
La importancia de la exposición a otros sabores
Desde una perspectiva biológica, los humanos tienden a preferir sabores dulces y evitar los amargos, característicos de muchas verduras. Sumado a esto, la neofobia alimentaria es común en la infancia.
«En nuestra sociedad actual, esta característica evolutiva puede limitar la variedad alimentaria y llevar a deficiencias nutricionales», señaló Estay. El gusto por las verduras, enfatizó, «se aprende principalmente a través de la exposición«.
La buena noticia es que el estudio demostró que incluso una sola experiencia de degustación puede incrementar significativamente el agrado por verduras previamente desconocidas. Esto subraya el valor de estrategias simples, como incentivar a probar alimentos nuevos sin ejercer presión.
A pesar de esto, un 34% de los niños participantes se negó a probar al menos una de las muestras ofrecidas, evidenciando la fuerza de la neofobia. Curiosamente, algunas verduras novedosas como la papa morada y los microgreens (brotes tiernos) de repollo morado obtuvieron una evaluación sorprendentemente positiva.