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Cerebros humanos contienen ‘una cucharada’ de microplásticos que dañan la salud mental

Cerebros humanos contienen ‘una cucharada’ de microplásticos que dañan la salud mental

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Tiempo de lectura: 3 minutos Nuevas investigaciones revelan que los microplásticos, provenientes principalmente de alimentos ultraprocesados, se acumulan en el cerebro humano en cantidades comparables a «una cucharada», y tendrían graves efectos en la salud mental.

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Una serie de cuatro estudios recientes ha encendido las alarmas en la comunidad científica al sintetizar la creciente evidencia sobre la presencia de microplásticos en el cerebro humano y su potencial impacto en la salud mental.

Estas partículas, de menos de 5 milímetros y originadas por la degradación del plástico, estarían ingresando a nuestro organismo principalmente a través del consumo de alimentos ultraprocesados, llegando a acumularse en el tejido cerebral en «cantidades alarmantes».

La portada de la revista Brain Medicine, que dedica su última edición a estos hallazgos, ilustra esta preocupante realidad con la imagen de un cerebro humano salpicado de partículas de colores junto a una cuchara de plástico, simbolizando la «cucharada» de material microplástico que podríamos albergar.

La conexión entre ultraprocesados, microplásticos y salud mental

Los investigadores Nicholas Fabiano de la Universidad de Ottawa, Brandon Luu de la Universidad de Toronto, David Puder de la Universidad de Loma Linda y Wolfgang Marx de la Universidad Deakin, son los autores de dos artículos de opinión que proponen una hipótesis novedosa. Esta vincula directamente el consumo de alimentos ultraprocesados, la consecuente exposición a microplásticos y los efectos adversos en la salud mental.

«Estamos viendo evidencia convergente que debería preocuparnos. Los alimentos ultraprocesados ahora suponen más del 50% de la ingesta energética en países como Estados Unidos, y estos alimentos contienen concentraciones significativamente más altas de microplásticos que los alimentos integrales», advierte Fabiano.

Estudios previos ya habían asociado el consumo elevado de ultraprocesados con un mayor riesgo de problemas de salud mental. Una revisión publicada en The BMJ indicó que las personas con alto consumo de estos productos tenían un 22% más de riesgo de depresión, un 48% más de riesgo de ansiedad y un 41% más de riesgo de problemas de sueño.

El nuevo análisis refuerza esta conexión al destacar que alimentos como los nuggets de pollo pueden contener hasta 30 veces más microplásticos por gramo que las pechugas de pollo naturales. Además, hallazgos recientes en Nature Medicine demostraron que el cerebro puede contener concentraciones de microplásticos equivalentes a «una cuchara», siendo esta cantidad entre tres y cinco veces mayor en personas con diagnósticos de demencia.

«Esta hipótesis es particularmente convincente porque vemos una superposición notable en los mecanismos biológicos», subraya Marx, añadiendo que «los microplásticos parecen operar a través de vías notablemente similares» a las que vinculan los ultraprocesados con la salud mental, como la inflamación, el estrés oxidativo y alteraciones en neurotransmisores.

¿Es posible eliminar los microplásticos del organismo?

Otro de los artículos publicados explora la viabilidad de eliminar estas partículas del organismo mediante la aféresis terapéutica, una técnica que filtra la sangre fuera del cuerpo. Aunque los autores, liderados por Stefan Bornstein de la Universidad de Dresde, Alemania, creen que podría tener potencial, enfatizan que «se necesita mucha más investigación».

Bornstein recalca la doble necesidad: «Si bien necesitamos reducir nuestra exposición a los microplásticos a través de mejores elecciones alimentarias y alternativas de envasado, también necesitamos investigación sobre cómo eliminar estas partículas del cuerpo humano».

El editorial de la revista, firmado por Ma-Li Wong y titulado «La calamidad de una cuchara de plástico en tu cerebro«, va más allá de una simple advertencia científica, planteando un «ajuste de cuentas» y un cambio de paradigma sobre cómo concebimos los contaminantes ambientales y la salud cerebral. «Si los microplásticos cruzan la barrera hematoencefálica, ¿qué más creemos que permanece sagrado?», cuestiona Wong.

Los autores de los cuatro artículos coinciden en que, si bien se requiere más investigación primaria, los análisis actuales son argumento suficiente para impulsar la reducción del consumo de alimentos ultraprocesados y desarrollar métodos más eficaces para detectar y, potencialmente, eliminar los microplásticos del cuerpo.

«A medida que los niveles de alimentos ultraprocesados, microplásticos y resultados adversos para la salud mental aumentan simultáneamente, es imperativo que investiguemos más a fondo esta posible asociación», concluye Fabiano. «Después de todo, somos lo que comemos«.


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