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Estudio revela que los gonfoterios comían frutos y su extinción selló el destino de la flora chilena

Estudio revela que los gonfoterios comían frutos y su extinción selló el destino de la flora chilena

Cooperativa Ciencia,

Tiempo de lectura: 2 minutos Un nuevo estudio chileno confirma una teoría propuesta hace 40 años, que postula que muchas plantas americanas evolucionaron para producir frutos grandes con el fin de atraer a animales gigantes, que actuaban como dispersores de semillas.

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Un equipo internacional, encabezado por el académico de la Universidad de O’Higgins (UOH), Dr. Erwin González Guarda, ha logrado aportar pruebas concluyentes a la «Hipótesis de los Anacronismos Neotropicales». Esta teoría, propuesta en 1982, postula que muchas plantas americanas evolucionaron para producir frutos grandes y carnosos (frutos megafaunales) con el fin de atraer a animales gigantes como los gonfoterios, que actuaban como sus principales dispersores de semillas.

Para verificar esta conexión en el territorio nacional, los investigadores analizaron restos fósiles de estos mastodontes encontrados en un área que abarca desde Los Vilos hasta Chiloé, con una notable concentración de hallazgos en el antiguo Lago Tagua Tagua, en la Región de O’Higgins. Aplicando técnicas de vanguardia como el análisis de isótopos estables, el microdesgaste dental y el estudio del cálculo dental (sarro fósil), el equipo pudo reconstruir la dieta de estos animales.

Los resultados fueron reveladores: los gonfoterios no solo habitaban en zonas boscosas similares a las actuales, sino que mantenían una dieta frugívora, consumiendo hojas, ramas y, crucialmente, los grandes frutos de la flora local. Esta es la primera evidencia directa que confirma que estos gigantes eran los «jardineros» prehistóricos de los ecosistemas chilenos.

El riesgo actual de la flora chilena

La función de los gonfoterios era vital. Al recorrer enormes distancias y defecar las semillas intactas, garantizaban la dispersión y la conectividad genética de las especies vegetales. Sin embargo, su extinción hace unos 10 mil años dejó a muchas de estas plantas «huérfanas», sin un dispersor eficaz para sus semillas de gran tamaño. Como consecuencia, especies como la palma chilena (Jubaea chilensis) y el queule (Gomortega keule) quedaron aisladas en hábitats fragmentados, lo que hoy las sitúa en un alto grado de vulnerabilidad.

El estudio fue más allá y comparó la situación de Chile con otras regiones de América. A diferencia de las zonas tropicales, donde mamíferos como tapires o monos asumieron parcialmente el rol de dispersores, el ecosistema chileno carece de fauna nativa capaz de transportar estos grandes frutos. El análisis confirmó que, efectivamente, los árboles con frutos megafaunales en Chile central enfrentan un riesgo de extinción significativamente mayor que sus parientes en otras partes del continente.

Esta investigación no solo valida una hipótesis histórica, sino que subraya la importancia de comprender las interacciones ecológicas del pasado para abordar los desafíos de conservación del presente. El futuro de la palma chilena y el queule depende, en parte, de entender el vacío que dejó la desaparición de sus antiguos aliados, los gonfoterios.


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