Científico de Puerto Montt estudia el vínculo entre microplásticos y el cáncer de mama

Tiempo de lectura: 2 minutos Una investigación liderada el investigador Luis Molina de la Universidad San Sebastián profundiza en la conexión entre los microplásticos y la persistencia del cáncer de mama, un trabajo que podría redefinir las estrategias preventivas y terapéuticas.
El cáncer de mama sigue siendo una de las principales preocupaciones de salud pública en Chile, liderando las causas de muerte por cáncer entre las mujeres. En el país, regiones como Los Lagos han visto un preocupante aumento en las muertes por esta patología.
Es en este contexto que una nueva investigación, llevada a cabo desde Puerto Montt y liderada por el científico Luis Molina de la Universidad San Sebastián (USS), ha puesto el foco en el rol que juegan los microplásticos en el desarrollo de esta enfermedad.
El estudio se centra en el Bisfenol A (BPA), una molécula omnipresente en los plásticos que utilizamos a diario. Lo que llama la atención es que la estructura química del BPA es similar a la del estrógeno, una hormona conocida por estimular el crecimiento de las células tumorales.
«Estamos rodeados de microplásticos. Incluso, al tomar agua de botellas plásticas, ya estamos ingiriendo microcomponentes que pueden afectar nuestra fisiología«, advierte el científico. Según el Dr. Molina, el organismo es incapaz de diferenciar entre el estrógeno y el BPA, asimilando este último como si fuera una hormona.
El llamado: Limitar el uso de plásticos
La implicación más preocupante es que el BPA podría activar directamente el receptor celular GPER-1, un receptor cuya estimulación se ha asociado con el crecimiento del cáncer. Esta conexión podría explicar el aumento sostenido de la incidencia de esta enfermedad en la población.
Ante esta evidencia, la recomendación del Dr. Molina es categórica: limitar el uso de plásticos en la vida diaria, optando por alternativas más seguras como el vidrio o la loza. Esta medida preventiva podría ser un paso fundamental para mitigar la exposición a estos disruptores endocrinos.
La debilidad de un fármaco común
A nivel médico, el tratamiento del cáncer de mama se ha apoyado históricamente en fármacos como el Tamoxifeno, diseñado para bloquear el receptor de estrógeno (ER) y así inhibir el desarrollo tumoral. Sin embargo, el estudio del Dr. Molina ha revelado una complejidad adicional que podría explicar la resistencia al tratamiento en algunos pacientes.
Los hallazgos del equipo del Dr. Molina, respaldados por estudios in vitro y clínicos, indican que el Tamoxifeno, si bien es eficaz en el bloqueo del ER, no solo no bloquea el receptor GPER-1, sino que sorprendentemente, lo estimula. «En vez de inhibir la actividad de este receptor, el fármaco hace que el GPER-1 trabaje más, estimulando así el desarrollo de la célula tumoral», explica el Dr. Molina.
Este descubrimiento crítico abre la puerta a nuevas terapias. El investigador proyecta que en los próximos cinco años, la ciencia podría desarrollar estrategias farmacológicas específicas para anular la actividad de GPER-1. La inteligencia artificial será una herramienta vital en este camino, permitiendo analizar grandes cantidades de datos para diseñar tratamientos combinados y más efectivos en el futuro.
Más allá de la genética, esta investigación subraya que el 80% del cáncer de mama es de tipo multifactorial y esporádico, fuertemente influenciado por factores ambientales y de estilo de vida como la falta de ejercicio, mala alimentación, obesidad o el estrés crónico.