Proyecto de ley busca proteger la observación astronómica del impacto industrial

Tiempo de lectura: 4 minutos Un grupo de diputados presentó un proyecto de ley que establece zonas de exclusión de 70 kilómetros alrededor de los principales observatorios del desierto de Atacama, en los cerros Paranal y Armazones.
Un grupo de diputados presentó un proyecto de ley destinado a establecer medidas de protección para los cielos en áreas con valor científico y de investigación astronómica. La iniciativa, que actualmente se encuentra en su primer trámite constitucional, busca declarar zonas de exclusión de 70 kilómetros alrededor de observatorios astronómicos, ubicados en los cerros Paranal y Armazones, en la Región de Antofagasta.
Los diputados Yovana Ahumada, Jaime Araya, Arturo Barrios, Félix González (autor principal), Daniel Manouchehri, Daniel Melo, Camila Musante, Marisela Santibáñez y Sebastián Videla son los impulsores de esta propuesta.
«Este proyecto de ley, que intenta definir áreas de protección para poder garantizar la calidad de los cielos en los lugares donde se hace astronomía, es fundamental (…) para poder hacer ciencia de frontera», destaca la representante del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile, Itziar de Gregorio-Monsalvo.
La iniciativa parlamentaria surge en el marco de la polémica por el megaproyecto industrial INNA de AES Andes, una iniciativa de energía e hidrógeno verde que contempla la instalación de múltiples instalaciones energéticas en más de 3.000 hectáreas en la Región de Antofagasta. La controversia radica en su ubicación, a escasos kilómetros de observatorios de renombre global como el Observatorio Paranal y el futuro Extremely Large Telescope (ELT) de ESO en Cerro Armazones.
INNA preocupa a la comunidad científica
Desde enero de 2025, ESO ha denunciado que INNA representa una «seria amenaza» para la observación astronómica. Mapas elaborados por el Centro de Astronomía (CITEVA) de la Universidad de Antofagasta evidencian que el límite del proyecto INNA se encuentra a solo 11,6 km de Cerro Paranal y a 20 km de Armazones.
Aún más preocupante es la situación del conjunto de Telescopios Cherenkov Sur (CTA), un observatorio proyectado dentro del terreno de ESO y llamado a ser el observatorio de rayos gamma más grande del mundo, que se vería a solo 5,8 km de distancia, comprometiendo su construcción.
Un informe técnico de ESO estima que el impacto sería devastador: la contaminación lumínica aumentaría al menos un 35% sobre el Very Large Telescope (VLT) y más del 50% sobre el CTAO-Sur, niveles incompatibles con observaciones de alta precisión. Incluso el ELT, actualmente en construcción, sufriría un aumento del 5% en la contaminación lumínica.
De Gregorio-Monsalvo explica que los telescopios de última generación son extremadamente sensibles a parámetros como microvibraciones, aumento de la turbulencia atmosférica y la contaminación lumínica. En este sentido, la representante de ESO en Chile resalta las zonas de exclusión de 70 kilómetros que presenta el proyecto de ley, que evitarían «que grandes industrias (…) pudiesen instalarse cerca de los observatorios para poder preservar la calidad de los cielos»
Más allá de la luz: Vibraciones y turbulencias
La candidata a doctora en Física de la Universidad de Stanford, Bernardita Ried, profundiza en los factores que amenazan la calidad de los cielos. Basándose en un estudio de ESO con expertos y la propia información del proyecto INNA, Ried identifica tres puntos críticos.
Si bien la contaminación lumínica es el más conocido, sus efectos no son triviales. «Incluso con la protección lumínica correcta, este megaproyecto, que sí tendría las luces prendidas de noche porque estaría trabajando todo el día, a partir de 50 km mejoraría un poco, pero seguiría haciendo contaminación«, afirma Ried, sugiriendo que la distancia óptima se acerca a los 100 km para minimizarla.
Pero la luz no es el único problema. Las microturbulencias y vibraciones generadas por los aerogeneradores (molinos de viento) son otra amenaza. Estos operan día y noche, afectando las calibraciones de los telescopios. «La distancia mínima de las especificaciones que tienen los aerogeneradores de AES Andes es un mínimo de 50 km«, señala Ried.
Además, los paneles solares también contribuyen a las turbulencias atmosféricas. Durante la noche, retienen el calor del día, generando perturbaciones que se asemejan a los espejismos en el desierto. Para este factor, la distancia mínima recomendada también es de 50 km.
«Sumando todo, por eso da como un número de 70 km«, explica Ried, haciendo referencia a la distancia propuesta en el proyecto de ley como una zona de exclusión. La experta subraya que estos cálculos científicos no buscan prohibir cualquier industria, sino establecer condiciones para la convivencia entre el desarrollo energético y la investigación astronómica.
Un proyecto para proteger el patrimonio astronómico de Chile
Eduardo Unda-Sanzana, astrónomo y director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Antofagasta, valida los hallazgos de ESO. «Se plantea en ese estudio que una distancia como la que propone este proyecto de ley sería una distancia adecuada para eliminar o reducir a un nivel despreciable el efecto que tendrían esas operaciones industriales», comenta.
Sin embargo, Unda-Sanzana hace una invitación a una mirada más ambiciosa. Si bien el proyecto de ley plantea una zona de exclusión especial en los cerros Paranal y Armazones, de la comuna de Taltal, región de Antofagasta, el astrónomo aboga por una legislación más inclusiva que considere todos los sitios astronómicos de interés en Chile.
«Proteger sitios que son más que los dos que menciona el proyecto de ley. ¿Qué pasa con Chajnantor? Que está en la misma región y está en tercer lugar a nivel mundial. ¿Y qué pasa con los que están un poquito más abajo? ¿Los abandonamos?«, cuestiona.
El proyecto de ley en discusión, además de establecer zonas de exclusión, propone la prohibición de observación astronómica con fines bélicos, en línea con el tratado de 1967 sobre el espacio ultraterrestre. Asimismo, considera un artículo sobre el tiempo de observación nacional para garantizar a científicos chilenos un 10% del tiempo de observación en todos los observatorios ubicados en estas áreas protegidas.