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Dorothy Crowfoot Hodgkin: La primera mujer británica que ganó el Premio Nobel de Química

Dorothy Crowfoot Hodgkin: La primera mujer británica que ganó el Premio Nobel de Química

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Tiempo de lectura: 2 minutos Su desarrollo de la cristalografía de rayos X permitió descifrar, por primera vez, la arquitectura tridimensional de la penicilina, la vitamina B12 y la insulina.

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En 1964, la investigadora inglesa Dorothy Crowfoot Hodgkin inscribió su nombre en la historia al recibir el Premio Nobel de Química, convirtiéndose en la tercera mujer en el mundo en obtener este galardón y en la primera británica en lograrlo.

Nacida en El Cairo, Egipto, cuando el territorio aún era colonia británica, Dorothy creció rodeada de historia gracias a sus padres arqueólogos. Sin embargo, su interés miraba hacia el futuro y lo microscópico. Tras mudarse a Inglaterra siendo una niña, mostró aptitudes excepcionales para la ciencia. En su etapa escolar, su talento era tal que fue una de las dos únicas niñas a las que se les permitió estudiar química, una disciplina entonces reservada casi exclusivamente para los varones.

Gracias a su trabajo, la humanidad pudo visualizar por primera vez la estructura tridimensional de biomoléculas esenciales para la vida, abriendo la puerta a avances farmacéuticos que hoy salvan millones de vidas.

Una nueva forma de ver el mundo invisible

La carrera académica de Hodgkin fue brillante. En 1927 ingresó al Somerville College de Oxford y, cuatro años más tarde, se graduó con honores. Posteriormente, obtuvo su doctorado en la Universidad de Cambridge con una tesis pionera sobre la química y cristalografía de esteroles.

Fue en este periodo donde Dorothy comenzó a dominar y perfeccionar la cristalografía de rayos X. Esta técnica permite determinar la disposición de los átomos dentro de un cristal analizando cómo este dispersa un haz de rayos X. Antes de Hodgkin, la estructura interna de las moléculas biológicas complejas era un misterio oscuro; con ella, se encendió la luz.

A los 36 años, la Universidad de Oxford reconoció su genio nombrándola su primera investigadora tutora en química. Sin grandes lujos, montó su laboratorio de rayos X en un rincón del Museo de Historia Natural de la universidad. Desde ese modesto espacio, comenzó a desentrañar los secretos de sustancias vitales.

Analizó y resolvió la arquitectura microscópica del colesterol, pero hizo historia tras determinar la estructura de la penicilina y, posteriormente, de la vitamina B12. Estos hallazgos permitieron a la industria farmacéutica sintetizar estos compuestos de manera masiva, transformando la salud pública global.

Su excelencia científica rompió el «techo de cristal» de las instituciones más conservadoras. En 287 años de historia, la prestigiosa Royal Society of London solo había admitido hombres; Dorothy fue la tercera mujer en ser elegida miembro de esta sociedad de élite.

El camino al Nobel

El reconocimiento máximo llegó en 1964. A los 54 años, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Química por sus «técnicas para visualizar biomoléculas». Sin embargo, para Dorothy, el premio no fue el final del camino, sino un impulso para resolver su desafío más complejo: la insulina.

En 1969, tras 35 años de arduo trabajo y perfeccionamiento técnico, Dorothy finalmente descifró la estructura tridimensional de la insulina. Este hito permitió comprender cómo la molécula interactúa con el cuerpo, mejorando los tratamientos para la diabetes en todo el mundo.

Organizó congresos nacionales e internacionales y mantuvo relaciones con científicos de diversos países, incluso en tiempos de tensiones geopolíticas, viajando constantemente para dar conferencias y participar en debates.


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