Expediciones revelan cómo la flora invasora «ahoga» los humedales de O’Higgins
Tiempo de lectura: 2 minutos Desde el análisis de la calidad del agua y recorridos en kayak hasta la escucha nocturna de anfibios, estas expediciones buscan generar estrategias de conservación vitales frente a la presión de especies introducidas.
Un proyecto liderado por el Gobierno Regional de O’Higgins desplegó equipos multidisciplinarios en siete humedales rurales ubicados en las comunas de Las Cabras, Coinco, Mostazal, Pichidegua, Nancagua y Malloa.
Equipados con GPS, baldes de muestreo, indumentaria técnica y cámaras fotográficas, los especialistas buscan realizar una radiografía a estos ecosistemas para diagnosticar su estado de salud. La finalidad es levantar la información necesaria para crear propuestas de conservación efectivas basadas en evidencia local.
«Los humedales tienen una dinámica ecológica muy cambiante; las estaciones, las crecidas de ríos y el drenaje son cruciales. Incluso las corrientes pueden determinar la presencia o ausencia de poblaciones de peces», destaca la experta en ambientes acuáticos y líder del estudio físico-químico, Ximena Molina.
La batalla botánica: Flora nativa versus invasora
Durante la campaña de terreno de la primavera de 2025, en humedales como La Poza (Coinco), El Carmen (Las Cabras) y El Cupio (Mostazal), el equipo de botánicas conformado por la experta de la Universidad de Concepción, Maritza Mihoc, y la ingeniera ambiental Antonia Dewetak, ha constatado la invasión de especies exóticas.
Si bien la flora introducida puede cumplir roles de polinización, su predominancia está desplazando a la vegetación original. «Vemos una gran cantidad de especies muy invasoras como zarzamoras, acacias y sauces no nativos, que suelen impedir que el sotobosque sobreviva; prácticamente lo ahogan», explica Mihoc. La capacidad de propagación de estas especies es tal, que bajo un solo ejemplar de acacia pueden esperar miles de «miniplantas» listas para crecer.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Entre la maleza invasora, las científicas han logrado identificar y georreferenciar especies nativas resilientes, como la hierba perenne Phyla nodiflora, un hallazgo celebrado al observar cómo diversos tipos de abejas se alimentan de sus flores blancas, demostrando que la biodiversidad local aún resiste.
Bioindicadores en el agua y escuchas nocturnas
Mientras las botánicas recorren las riberas, otro equipo se adentra en los cuerpos de agua. Ya sea caminando con botas de pesca o navegando en kayak por el Estero Cadenas y Las Juntas en Pichidegua, las investigadoras Ximena Molina y Leticia Oviedo buscan «zoobentos». Estos pequeños animales que habitan el fondo acuático son claves para entender la cadena trófica.
«Los zoobentos son un indicador de salud del ecosistema. En La Poza de Coinco identificamos aeglas, crustáceos nativos conocidos como pancoras, lo que indica buenas condiciones para la alimentación de peces», señala Molina.
La jornada científica no termina con la puesta de sol. Al caer la noche, comienza el ritual de la «escucha». Utilizando la técnica de playback, Leticia Oviedo reproduce sonidos de anfibios descritos para la región, esperando que las especies presentes «contesten».
En el humedal Aguas Claras, esta técnica permitió confirmar la presencia de al menos tres especies de anfibios que, protegidos por la oscuridad y los matorrales, son indicadores vitales de la salud ambiental del sector. «Existe una biodiversidad que depende de estos humedales para sobrevivir», concluyen las expertas, subrayando que cada dato recolectado es una pieza fundamental para asegurar el futuro de estos santuarios naturales en la zona central de Chile.