Académica busca producir hidrógeno verde usando purín de cerdo y cochayuyo

Tiempo de lectura: 2 minutos Jhosané Pagés lidera un proyecto que busca no solo generar biohidrógeno y metano verde, sino también valorizar desechos agroindustriales y avanzar hacia un modelo de bioeconomía circular en el país.
Mientras Chile se consolida como un actor clave en la producción de hidrógeno verde a través de la electrólisis, una nueva innovación, más silenciosa pero igualmente prometedora, comienza a tomar fuerza: la generación de biohidrógeno a partir de residuos orgánicos. Este enfoque biológico ofrece una solución doble: producir energía limpia y, al mismo tiempo, dar un nuevo valor a desechos que hoy representan un desafío ambiental y logístico.
En este contexto, un equipo del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos de la Universidad de Santiago (Usach), liderados por la Dra. Jhosané Pagés, ha puesto sus ojos en dos residuos abundantes en el territorio nacional: el purín de cerdo, un desecho de la industria porcina, y la macroalga Durvillaea Antarctica, más conocida como cochayuyo.
La investigación busca demostrar que la combinación de ambos puede ser la fórmula perfecta para optimizar la producción de combustibles renovables.
¿Por qué combinar purines y algas?
La producción de biohidrógeno a partir de un solo tipo de residuo puede ser compleja. El purín de cerdo, por ejemplo, es rico en materia orgánica y nitrógeno, pero su composición dificulta una degradación biológica eficiente. Aquí es donde el cochayuyo entra en juego como el socio ideal.
«El purín de cerdo es un sustrato complejo. Por eso, su codigestión con un material como la Durvillaea Antarctica, que es rica en azúcares y sin lignina, favorece la degradación biológica y mejora la producción de biohidrógeno», explica Jhosané Pagés.
Esta «alianza» entre el alga y el purín equilibra la relación carbono/nitrógeno de la mezcla, creando un ambiente mucho más favorable para los microorganismos encargados de generar energía. El resultado no solo es una mayor producción de biohidrógeno y biometano, sino también la valorización de una biomasa marina que abunda en las costas chilenas y un residuo agroindustrial de alto impacto.
El aditivo clave para un proceso más circular y eficiente
Para optimizar aún más el proceso, el proyecto incorpora un elemento innovador: el biochar. Este material, similar al carbón vegetal, se produce calentando el propio cochayuyo en ausencia de oxígeno. Una vez generado, se introduce en los reactores biológicos con un doble propósito.
Primero, funciona como un soporte poroso donde las colonias de microorganismos pueden adherirse y trabajar de manera más eficiente. Luego actúa como un filtro natural para capturar el exceso de nitrógeno que no se elimina durante el proceso biológico.
El equipo científico realizará pruebas en laboratorio para determinar la proporción ideal de la mezcla y el impacto del biochar. El objetivo final es desarrollar un sistema estable y replicable que transforme un problema ambiental en una fuente de energía limpia y subproductos útiles, como biofertilizantes, cerrando así el ciclo de los recursos.
«Si logramos que este tipo de residuos no solo se traten, sino que también se transformen en energía y subproductos útiles para la sociedad, estaríamos recuperando un potencial que hoy se está perdiendo», concluye la investigadora, subrayando el potencial del proyecto para impulsar una verdadera economía circular en Chile.