La ciencia detrás del fenómeno de Bad Bunny: Estudio revela cómo su música genera euforia

Tiempo de lectura: 2 minutos Un estudio del Colegio de Químicos de Puerto Rico revela que sus canciones desencadenan la liberación de dopamina, serotonina y oxitocina en el cerebro, neurotransmisores responsables del placer, el bienestar y el fortalecimiento de los vínculos sociales.
Un reciente análisis del Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR) ha puesto bajo el microscopio el fenómeno del artista Bad Bunny, concluyendo que sus ritmos activan neurotransmisores clave como la dopamina, la serotonina y la oxitocina. Este efecto no solo genera intensas sensaciones de placer y euforia en los asistentes a sus conciertos, sino que también fomenta un fuerte sentido de comunidad, explicando desde la bioquímica el masivo vínculo emocional con el cantante.
La investigación, que se enmarca como antesala a la residencia artística del puertorriqueño en el Coliseo de San Juan, busca utilizar este evento de alcance mundial como una oportunidad para divulgar la ciencia. «La gente no solo baila, también se conecta bioquímicamente«, explica María Santiago Reyes, miembro y expresidenta del CQPR.
El estudio no se centra en la crítica musical, sino en la química cerebral y el impacto que estos eventos masivos tienen en nuestra mente y en el medioambiente. Este enfoque permite desglosar por qué miles de personas experimentan una conexión tan profunda y sincronizada durante un espectáculo.
Según los expertos, la combinación de ritmos pegadizos, letras con las que la audiencia empatiza y la energía colectiva del público crea un cóctel neuroquímico perfecto para el bienestar y la pertenencia.
La química cerebral detrás del «perreo»
El núcleo del análisis del CQPR radica en la forma en que nuestro cerebro procesa la música de Bad Bunny. Al escuchar sus canciones, especialmente en un entorno de concierto, el cerebro libera dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Este es el mismo compuesto que se activa con estímulos como la comida o el ejercicio, lo que explica la sensación gratificante y adictiva de la experiencia musical.
Simultáneamente, se estimula la producción de serotonina, que regula el estado de ánimo y contribuye a una sensación general de bienestar y felicidad. A esto se suma la oxitocina, conocida como la «hormona del abrazo» o del vínculo social, que se libera en contextos de confianza y conexión con otros. Esta hormona es fundamental para entender por qué los conciertos se convierten en una experiencia comunitaria tan potente.
«La química del cerebro explica por qué miles de personas se sienten tan emocionalmente vinculadas a estas experiencias masivas», destacó Santiago Reyes, subrayando que el fenómeno va más allá de un simple gusto musical, adentrándose en la neurobiología de la interacción social.
Sostenibilidad y el rol de la ciencia en la cultura popular
El Colegio de Químicos también aprovecha este análisis para poner sobre la mesa otros temas urgentes asociados a los megaeventos: la sostenibilidad y el impacto ambiental. Un concierto de esta magnitud genera toneladas de residuos, aumenta las emisiones de carbono por el transporte de los asistentes y demanda un alto consumo de energía, generalmente no renovable.
Por ello, la organización científica apoya activamente la implementación de soluciones sostenibles, como el uso de energía solar, la gestión de baterías de litio, programas de reciclaje eficientes y alianzas con organizaciones ecológicas. «El fenómeno cultural que representa Bad Bunny también es una oportunidad científica para educar sobre temas urgentes como la sostenibilidad, la salud mental colectiva y la transición energética», enfatizó la experta.
Este cruce entre ciencia y cultura popular será uno de los ejes del Congreso PRCHEM 2025, el evento científico más importante del Caribe. «Queremos que la ciencia salga del laboratorio y entre en la conversación pública. Si una canción puede mover multitudes, la ciencia puede orientar sus pasos», puntualizó José A. Pérez, presidente del CQPR.