Estudio chileno advierte que fentanilo y LSD podrían usarse como armas químicas

Tiempo de lectura: 2 minutos Una investigación advierte sobre una peligrosa “zona gris” regulatoria y propone actualizar los marcos legales internacionales para enfrentar esta amenaza emergente.
Un equipo interdisciplinario de científicos chilenos ha puesto sobre la mesa un riesgo de seguridad global que combina la farmacología con la geopolítica. A través de un estudio publicado en la revista internacional Toxics, advierten que la alta toxicidad, el bajo costo y el escaso control legal de compuestos como el fentanilo, las benzodiacepinas sintéticas o el LSD, los convierten en candidatos viables para ser utilizados con fines hostiles o bélicos.
El estudio fue encabezado por el Dr. Javier Campanini, académico investigador de Química y Farmacia de la Universidad San Sebastián (USS), y Luis Toledo, director del Centro de Estudios en Seguridad y Crimen Organizado de la misma casa de estudios. Ambos plantean que el auge del mercado de las nuevas sustancias psicoactivas (NSP) representa una amenaza concreta que los actuales marcos legales no están preparados para enfrentar.
Un riesgo latente en un mercado sin control
Las cifras respaldan la preocupación de los investigadores. Entre 2009 y 2024, el Instituto de Salud Pública de Chile (ISP) ha detectado 177 nuevas sustancias psicoactivas en el país. A nivel global, el panorama es aún más complejo: la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha recibido más de 1.200 notificaciones de nuevas sustancias desde 142 países.
«Frente a esta avalancha de nuevas sustancias psicoactivas, quisimos entregar nuestra perspectiva respecto a los peligros del uso malicioso de estas sustancias», señaló el Dr. Campanini. «Este artículo es una invitación a reflexionar respecto a nuestro marco legislativo actual, y preguntarse si estamos preparados ante una eventual llegada de más y más sustancias diversas que no estén reguladas en nuestro país», agregó el doctor en Farmacología.
El principal problema radica en que muchas de estas NSP no están fiscalizadas por las convenciones internacionales, lo que crea una brecha que podría ser explotada para desarrollar armas químicas no convencionales.
De MK-Ultra a la «guerra cognitiva»
El uso de agentes psicoactivos en conflictos no es nuevo. El estudio recuerda casos históricos como el proyecto MK-Ultra de la CIA durante la Guerra Fría, donde se experimentó con LSD para control mental. Un ejemplo más reciente y trágico fue la toma del teatro Dubrovka en Moscú en 2002, donde las fuerzas especiales rusas usaron un gas con derivados del fentanilo que causó la muerte de 123 rehenes.
Hoy, los expertos hablan de una «guerra cognitiva«, una estrategia que no busca solo la neutralización física del adversario, sino afectar su conciencia, percepción y capacidad de tomar decisiones. En este contexto, las NSP se perfilan como herramientas ideales.
«Identificamos una peligrosa zona gris regulatoria, que permite que compuestos de uso médico, como el fentanilo, puedan ser desviados hacia fines hostiles sin una respuesta jurídica eficaz», explicó Luis Toledo. «Nuestro aporte se enfoca en proponer una actualización normativa internacional, que articule estándares bioéticos, vigilancia científica y cooperación multilateral para cerrar las brechas legales que hoy permiten la proliferación de estas sustancias», añadió el experto en Derecho.
El equipo propone incorporar explícitamente estas sustancias en el ámbito de control de la Convención sobre Armas Químicas, fortaleciendo los sistemas de vigilancia científica y bioética para anticiparse a la amenaza antes de que se materialice.