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Nuevo herbario chileno busca conservar especies locales a través de «códigos de barras»

Cooperativa Ciencia,

Tiempo de lectura: 2 minutos Solo un cuarto de las especies de plantas del mundo cuenta con un «código de barras de ADN». En el hemisferio sur, la brecha es aún mayor, lo que impulsó a los científicos de a liderar la biblioteca genética.

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Tal como un producto en el supermercado posee un código único para ser escaneado, los seres vivos tienen su propia huella digital, el «código de barras de ADN». Esta técnica, conocida como DNA barcoding, utiliza secuencias genéticas específicas para identificar especies de forma rápida y precisa, revolucionando el monitoreo y conservación de la biodiversidad. Sin embargo, una investigación internacional reciente, con participación chilena, ha encendido las alarmas: las bases de datos globales están incompletas, especialmente en zonas críticas para la biodiversidad como Chile.

El estudio, liderado por un equipo internacional de investigadores colaboradores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), analizó más de 373 mil códigos de barras de plantas disponibles públicamente y concluyó que solo representan una cuarta parte de las 435 mil especies de plantas terrestres conocidas. El desequilibrio geográfico es notable: la mayoría de la información proviene del norte global, con solo un 34% de la vegetación de referencia originaria de los trópicos y un escaso 11% del hemisferio sur.

Mapa genético incompleto y sus riesgos

La falta de una biblioteca de referencia genética completa tiene consecuencias directas y graves. «Las plantas son la base de todos los ecosistemas. Biólogos y responsables de políticas confían cada vez más en tecnologías moleculares como ésta para comprender y monitorear la biodiversidad, pero nuestro éxito depende de la calidad de las bases de datos que utilizamos», afirma el autor principal del estudio e investigador de la Universidad de Brown, Tyler Kartzinel.

Una cobertura de datos limitada puede llevar a identificaciones erróneas, lo que afecta la precisión de la investigación científica y la efectividad de las políticas de conservación. La investigadora del IEB y coautora del estudio, Alejandra Troncoso, explica la urgencia de cerrar estas brechas, afirmando que «este trabajo reveló importantes vacíos de información en hotspots de biodiversidad tropicales y áreas críticas para la conservación, mostrando además abundancia de información producida en el norte global».

El esfuerzo en la región de Coquimbo

A pesar de que no existe una cifra exacta del total de secuencias de plantas chilenas en los repositorios globales, el país cuenta con la tecnología y la experiencia para ser un actor clave en la solución. Un ejemplo destacado es la colaboración impulsada por el IEB y la Universidad de La Serena en la Región de Coquimbo, un reconocido hotspot de biodiversidad.

En esta iniciativa participa la investigadora Alejandra Troncoso, quien también coordina el sitio de estudio a largo plazo del IEB en el Parque Nacional Bosque Fray Jorge. El proyecto busca desarrollar una librería de metabarcoding (el análisis simultáneo de códigos de barras en muestras ambientales) de la flora del parque. Este esfuerzo no solo permitirá identificar las plantas de la zona, sino también analizar las dietas de animales y reconstruir las complejas redes tróficas del ecosistema.

Por su parte, el investigador del IEB y Director del Herbario de la Universidad de La Serena, Francisco Squeo, destaca los avances: «Hemos hecho un muestreo exhaustivo y esta misma información ya está incorporada al Herbario Digital, que tiene un link hacia el metabarcoding y el ADN«. Esto permite a los investigadores seleccionar un área en un mapa y ver qué individuos cuentan con información genética.

«Cada nueva secuencia contribuye de sobremanera a cerrar brechas en información. Por ejemplo, una muestra de una especie puede significar el primer código de barras reportado para toda una familia, una gran contribución», concluye la investigadora Troncoso.


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