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Ecoturismo en la Patagonia: el modelo de Puerto Madryn para proteger a la ballena franca austral

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Tiempo de lectura: 2 minutos Puerto Madryn demuestra cómo el turismo puede ser un motor para la conservación de ecosistemas marinos de alto valor científico.

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Ubicada en la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, Puerto Madryn es mucho más que un destino turístico. Se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo una comunidad puede desarrollar una economía en torno a su patrimonio natural sin comprometer su futuro. El concepto clave es el ecoturismo, que según la ONU Turismo, se centra en la observación y apreciación de la naturaleza, minimizando el impacto y fomentando la conservación.

En este rincón del Atlántico Sur, la estrella es la ballena franca austral (Eubalaena australis), que cada año acude a las aguas del Golfo Nuevo para su ciclo de reproducción y cría. Sin embargo, el modelo de Puerto Madryn abarca un ecosistema mucho más amplio y complejo, protegido bajo una red de áreas naturales que son verdaderos laboratorios vivientes.

Conservación y educación: Claves del turismo sostenible

El éxito del modelo de Puerto Madryn reside en una gestión que integra a la comunidad local en la protección de su entorno. «En Puerto Madryn, el ecoturismo cobra un papel muy importante, ya que su principal atractivo es su entorno natural y la fauna en libertad. Por ello, trabajamos fuertemente en el cuidado de la biodiversidad marina, para el disfrute actual y de las futuras generaciones«, explica Cecilia Pavia, Secretaria de Turismo de la Municipalidad.

Esta visión se materializa en programas educativos como «Los chicos de Madryn reciben a las ballenas«, una iniciativa que conecta a los estudiantes con los guardaparques del Área Natural Protegida El Doradillo. A través de este programa, los niños aprenden sobre el rol de las áreas protegidas, la biología de las ballenas y la importancia de su conservación, convirtiéndose en los futuros custodios del patrimonio.

Este enfoque pedagógico se extiende a cada actividad turística. Desde el avistamiento de cetáceos hasta el buceo con lobos marinos, cada experiencia se rige por estrictos protocolos. «Cada actividad se realiza siguiendo un protocolo que respeta el entorno natural y la fauna, transmitiendo en cada experiencia ese mensaje de conciencia ambiental», añade Pavia.

Península Valdés, laboratorio natural y patrimonio de la humanidad

El epicentro de esta riqueza biológica es la Península Valdés, un Área Natural Protegida designada Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Este accidente geográfico, unido al continente por un estrecho istmo, alberga una de las mayores diversidades de fauna marina del planeta.

Más allá del mundialmente famoso avistaje de la ballena franca austral, que se puede observar entre junio y noviembre, la península es un espectáculo de vida silvestre. En sus costas es posible observar a las orcas realizando su espectacular técnica de varamiento intencional para cazar, colonias de elefantes y lobos marinos de un pelo, y apostaderos de pingüinos de Magallanes. La fauna terrestre no se queda atrás, con especies como guanacos, maras y zorros que completan el ecosistema.

Sitios como Punta Loma, a 14 km de la ciudad, funcionan como un apostadero permanente de lobos marinos, permitiendo la observación científica y turística de su ciclo de vida desde acantilados. Mientras tanto, la playa de El Doradillo ofrece una experiencia única: ver a las ballenas y sus crías a escasos metros de la costa, un comportamiento que subraya la tranquilidad y seguridad que estos gigantes marinos encuentran en la zona.


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