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Palomas urbanas muestran cómo la lluvia «limpia» el plomo de las ciudades

Palomas urbanas muestran cómo la lluvia «limpia» el plomo de las ciudades

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Tiempo de lectura: 2 minutos Un estudio descubrió que la acumulación de plomo en ambientes urbanos no solo depende del grado de urbanización, sino también de factores como la lluvia, el tipo de suelo y el color del plumaje de las aves.

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Las palomas son más que simples habitantes de plazas y calles. Un reciente estudio, liderado por el Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y publicado en la prestigiosa revista Journal of Hazardous Materials, las posiciona como verdaderas «centinelas» de la contaminación.

La investigación, que analizó plumas de palomas en seis países —Chile, México, Brasil, Irán, Francia y Corea del Sur—, revela cómo la acumulación de plomo en entornos urbanos es un fenómeno complejo, influenciado por la lluvia, la impermeabilización del suelo y la coloración de su plumaje.

«Nos sorprendió que no siempre las ciudades más urbanizadas tenían más plomo. En zonas con mayor impermeabilización del suelo y más lluvias, el agua actúa como un mecanismo de limpieza, arrastrando el metal de las superficies», explica Isaac Peña, líder del equipo con la Dra. Fallon Nacaratte, junto a Renata Novoa, Verónica Palma, Pablo Sabat y Sylvia Copaja.

Este proceso, sin embargo, no resuelve el problema. El plomo arrastrado por el agua no desaparece, sino que se moviliza hacia otros ecosistemas, como ríos o humedales, generando nuevas preocupaciones ambientales. Este descubrimiento subraya la relación entre el diseño urbano, el clima y la distribución de contaminantes, destacando la necesidad de soluciones integrales que no solo limpien, sino que también bioremedien estos metales pesados.

El rol del color en la acumulación de metales

Otro hallazgo del estudio se relaciona con la pigmentación de las palomas. Los investigadores observaron que las aves con plumaje más oscuro acumulan mayores concentraciones de plomo, cobre y zinc en comparación con las de plumaje blanco. La clave radica en la melanina, el pigmento responsable del color oscuro, que tiene la capacidad de unirse a los metales pesados.

«En cierto modo, las plumas funcionan como filtros: en un ambiente contaminado, las aves más oscuras toleran mejor la presencia de plomo porque lo almacenan en el plumaje y lo sacan de circulación en su organismo», detalla Peña. Esta capacidad convierte a las palomas en bioindicadores, ofreciendo una perspectiva visual y biológica de la contaminación a la que están expuestas nuestras ciudades.

El caso de Santiago, las palomas presentaron niveles de plomo comparables a los encontrados en zonas industriales de Corea del Sur, lo que evidencia la persistencia de este contaminante en el suelo urbano pese a que el país eliminó la gasolina con plomo en 2003.

El plomo es uno de los diez químicos más peligrosos según la Organización Mundial de la Salud, capaz de provocar daños neurológicos y cognitivos incluso en bajas concentraciones. Como concluye Peña, «las palomas nos están diciendo algo que no vemos: seguimos expuestos a contaminantes invisibles en los lugares donde vivimos y trabajamos».

La investigación, que contó con el apoyo de proyectos FONDECYT Iniciación N° 11221062 y FONDECYT Regular N° 1251362, abre nuevas preguntas sobre el destino de otros contaminantes y el impacto en diversas especies urbanas.


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