Océano profundo en riesgo: Refugios climáticos podrían no ser tan seguros como se creía

Tiempo de lectura: 2 minutos Un estudio revela que las zonas mesofóticas chilenas son más vulnerables de lo esperado, exigiendo nuevas estrategias de conservación para proteger la biodiversidad marina.
Durante mucho tiempo, las profundidades marinas, específicamente las zonas mesofóticas, entre 30 y 150 metros, fueron vistas como posibles refugios seguros frente al avance del cambio climático.
Se asumía que, al estar más aisladas de la superficie, estas áreas gozaban de una protección natural contra el aumento de las temperaturas y otros impactos ambientales. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que estas profundidades podrían ser tan vulnerables, o incluso más, que los ecosistemas superficiales del país.
El estudio, publicado en el Journal of Marine Systems por un equipo de investigadores del Núcleo Milenio para la Ecología y Conservación de los Ecosistemas de Arrecifes Mesofóticos Templados (NUTME), analizó dos décadas de datos oceanográficos en el vasto Pacífico Sur Oriental, abarcando desde las aguas tropicales hasta los fiordos del extremo sur de Chile.
Los resultados revelan que las profundidades mesofóticas chilenas experimentan cambios de temperatura y efectos del fenómeno de El Niño con una intensidad comparable a los observados en la superficie, desdibujando por completo su rol como potenciales refugios climáticos.
«Hoy, gracias a nuevos sensores, hemos descubierto que estos ambientes también enfrentan eventos de corto plazo, como olas de calor y la intrusión de aguas pobres en oxígeno, que pueden afectar seriamente a los organismos marinos», explica Lucas De la Maza, biólogo marino e investigador principal de este estudio.
Tendencia al calentamiento acelerado
La investigación desvela que, aunque las zonas mesofóticas son inherentemente más frías y estables que la superficie, sus tendencias de calentamiento a largo plazo son aún más pronunciadas. A diferencia de las aguas superficiales, donde fenómenos como la surgencia costera actúan como un termorregulador natural, las profundidades medias están experimentando un calentamiento más acelerado.
Esto significa que las especies marinas que habitan estos entornos se verían forzadas a realizar desplazamientos para encontrar temperaturas adecuadas, lo que representa un desafío para su supervivencia.
Esta situación podría alterar la distribución de especies, modificar interacciones ecológicas y desestabilizar el equilibrio de los ecosistemas marinos. «Las especies que viven cerca de sus límites fisiológicos son las más vulnerables. Si no logran adaptarse o desplazarse, podrían ver reducidos drásticamente sus rangos de distribución», advierte De la Maza. En términos sencillos, el hábitat de estas especies se encogería, incrementando su riesgo de extinción.
Urgen estrategias de conservación
Ante este panorama, la comunidad científica concuerda en la necesidad de adaptar las estrategias de conservación. Las áreas protegidas y reservas marinas ya no pueden limitarse a considerar las condiciones actuales, sino que deben integrar proyecciones de cambio climático a corto y largo plazo.
«Proteger las poblaciones del estrés adicional de la pesca es clave», enfatiza De la Maza. «Así podrán responder mejor a los factores ambientales que no podemos controlar, como el aumento de temperatura o los eventos de El Niño», agrega.
El investigador también subraya la importancia de fortalecer las observaciones físicas y biológicas en tiempo real, lo que permitiría desarrollar modelos predictivos robustos y pasar de una gestión meramente reactiva a una gestión proactiva frente a los cambios ambientales.