Lucidez terminal: El enigma del “último adiós” que la neurociencia comienza a descifrar
Tiempo de lectura: 2 minutos El misterioso fenómeno donde pacientes con severo deterioro cognitivo recuperan la claridad mental justo antes de morir ha desconcertado a la ciencia por siglos. Un experto chileno propone una explicación que va más allá del cerebro, involucrando al sistema inmune y el entorno social.
El concepto parece sacado de una película: una persona que lleva meses o años sumida en una demencia avanzada, sin reconocer a sus seres queridos ni poder comunicarse, de pronto «despierta». En sus últimos momentos de vida, vuelve a ser ella misma, conversa, se despide y ofrece un instante de cierre invaluable para su familia. Este fenómeno, conocido como lucidez terminal, ha sido reportado por más de 200 años, pero sigue siendo uno de los mayores enigmas de la neurociencia.
Si bien las explicaciones místicas o espirituales surgen con facilidad, la ciencia busca respuestas concretas. ¿Cómo es posible que un cerebro dañado por una enfermedad neurodegenerativa o una lesión severa pueda volver a funcionar, aunque sea brevemente?
Para Francisco Parada, académico de la Universidad Diego Portales (UDP) y director del Centro de Estudios en Neurociencia Humana y Neuropsicología, la respuesta no se encuentra únicamente en el cerebro, sino en una compleja reconfiguración de todo el organismo.
Más allá de un simple cambio químico en el cerebro
La explicación más tradicional y simple para la lucidez terminal sugiere que, justo antes de la muerte, se producen cambios drásticos en los neurotransmisores del cerebro, lo que permitiría este retorno transitorio de la cognición. Sin embargo, esta hipótesis deja una pregunta fundamental sin responder: «¿Cómo es posible que una persona que haya estado meses sin poder funcionar, incluso con áreas del cerebro que ya no están activas, pueda de pronto recuperarlas?», cuestiona Parada.
Este «problemazo», como lo describe el neurocientífico, es lo que ha alimentado el misterio y la viralización del tema en redes sociales. La idea de que todo se reduce a un desbalance químico resulta insatisfactoria tanto para la comunidad científica como para las familias que viven la experiencia. Es aquí donde surgen nuevas perspectivas que entienden la mente como un fenómeno que no reside solo en el cráneo, sino que está distribuido por todo el cuerpo.
Del sistema inmune al abrazo familiar
Según Francisco Parada, la clave podría estar en la interacción entre el sistema nervioso y el sistema inmune, una idea ya explorada por el biólogo chileno Francisco Varela. Muchos pacientes en etapas terminales, especialmente en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), se encuentran en un estado proinflamatorio crónico debido a infecciones, lesiones o la propia enfermedad neurodegenerativa.
«Cuando el organismo se está preparando para morir, no es loco pensar que hay cambios en el sistema inmune que pasan de estar proinflamatorio a desinflamatorio. El sistema ‘deja ir’«, explica Parada. Esta «cascada desinflamatoria» generaría un cambio metabólico y de neurotransmisión gigantesco, levantando bloqueos neuroquímicos que podrían haber estado inhibiendo funciones cognitivas.
A este factor fisiológico se suma un componente crucial: el entorno. «La cognición se desenvuelve en un contexto material, social y cultural«, afirma el experto. La presencia de seres queridos, el contacto físico o incluso un ritual de despedida actúan como un «andamio social» (social buffering). Este apoyo emocional podría ser el catalizador que permite a la persona “reengancharse” durante esa breve ventana de claridad fisiológica, facilitando ese último y significativo momento de conexión.
Aunque la dificultad para estudiar científicamente a pacientes en sus momentos finales hace que la evidencia sea aún escasa, esta visión sistémica ofrece una explicación científica robusta y profundamente humana para el misterio de la lucidez terminal.