Buscan descifrar cómo los humanos sobrevivieron a 4.000 metros de altura hace 12.500 años en Atacama
Tiempo de lectura: 2 minutos Un innovador proyecto arqueológico, que se desarrollará en ambientes sobre los 4.000 metros de altitud, intentará responder cómo las primeras sociedades humanas se adaptaron a uno de los entornos más extremos del planeta hace más de 12.500 años.
El poblamiento de las tierras altas de los Andes representa un hito fundamental en la historia de la humanidad y un testimonio de la increíble capacidad de adaptación de nuestra especie. En el altiplano chileno, conocido como la Puna de Atacama, los vestigios arqueológicos más antiguos de presencia humana datan de hace más de 12.500 años, planteando una pregunta clave: ¿cómo lograron estas pequeñas poblaciones, con un equipamiento simple, sobrevivir al clima extremo y al relieve accidentado?
Esta es la interrogante que busca responder un proyecto liderado por el Dr. Rodrigo Loyola, arqueólogo del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) de la Universidad Católica del Norte (UCN), y cuenta con el financiamiento de la prestigiosa Sociedad Americana de Arqueología (SAA). El objetivo es comprender las estrategias que permitieron a estos grupos conectar los oasis de las tierras bajas con los salares altoandinos, desarrollando circuitos de movilidad que fueron clave para su supervivencia.
Las investigaciones se concentrarán en el Salar de Tara, un área clave que reúne evidencias de ocupación humana desde los primeros cazadores-recolectores hasta sociedades agropastoriles más recientes. «Creemos que en lugares como cuevas y aleros rocosos podríamos encontrar evidencias de ocupación humana de más de 12.000 años de antigüedad», señala el Dr. Loyola.
Ciencia y conocimiento ancestral
Uno de los pilares fundamentales del proyecto es su ejecución conjunta con la Comunidad Lickanantay de Toconao. Esta colaboración, que se extiende por casi una década, forma parte del Plan de Manejo de los Salares Altoandinos (PLAMSAT), impulsado por las propias comunidades para asegurar la gobernanza y conservación de su territorio.
Luzvenia Catur, vicepresidenta de la Comunidad Atacameña de Toconao, destaca la importancia de esta alianza: «Este tipo de investigaciones en conjunto aporta a una proyección de conservación y gobernanza pertinente para nuestra comunidad. Los salares altoandinos han sido prioridad para nuestra supervivencia y hoy se ven amenazados por proyectos mineros, por lo cual es necesario tener antecedentes científicos concretos construidos con y desde la comunidad».
El estudio adopta un enfoque transdisciplinario, reuniendo a expertos en arqueología, biología, paleoambiente y geología con el conocimiento tradicional Lickanantay. Durante 2025 y 2026, el equipo investigará sitios estratégicos para determinar cómo se organizaban socialmente estos grupos, qué tecnologías utilizaban y en qué épocas del año habitaban estos espacios.
«Pensamos que las tierras altas no sólo eran zonas de tránsito o subsistencia, sino también espacios de interacción social que facilitaban la conexión entre distintas regiones, incluso a través de la cordillera de los Andes», agregó Loyola.