Estudio revela que la expansión urbana de Santiago arrasó con los suelos agrícolas más fértiles
Tiempo de lectura: 2 minutos Una investigación detalla cómo el crecimiento del Gran Santiago ha consumido tierras estratégicas que podrían alimentar a 2,5 millones de personas anualmente.
La expansión de la mancha urbana en la Región Metropolitana no solo ha modificado el paisaje, sino que ha hipotecado su capacidad de producir alimentos. Un reciente estudio liderado por la investigadora doctoral de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) y Magíster en Gestión Territorial, Francisca Pantoja, revela que el crecimiento del Gran Santiago se ha realizado sistemáticamente sobre los suelos agrícolas más valiosos y fértiles del país.
La investigación, publicada en la revista científica Soil Security, reconstruyó la historia de la ocupación del suelo desde la fundación de la ciudad en 1541 hasta la fecha. Al integrar mapas históricos, modelos de productividad y análisis de suelos, los datos arrojaron que, de las 94.916 hectáreas que hoy conforman el área urbana, el 94,5% de dicha expansión ocurrió entre 1930 y 2017. Este periodo coincide con el fenómeno global conocido como la «Gran Aceleración», donde la presión humana sobre los ecosistemas se intensificó drásticamente.
Una pérdida irrecuperable
El estudio destaca que el crecimiento de cemento y asfalto no se dio sobre terrenos marginales, sino que afectó directamente a los Mollisoles. Según explica Pantoja, estos corresponden a los suelos de mayor productividad natural en Chile. Se caracterizan por ser profundos, ricos en materia orgánica y formados durante milenios bajo pastizales mediterráneos, condiciones que históricamente permitieron el auge de la agricultura en el valle central.
«Lo más preocupante es que esta expansión se dio principalmente sobre estos suelos que históricamente sostuvieron la agricultura del valle de Santiago», señala la investigadora. El estudio estima que, si estos suelos se hubieran conservado para su vocación agrícola, tendrían la capacidad de alimentar a cerca de 2,5 millones de personas cada año.
Un vacío normativo que se repite en todo Chile
Santiago es la ciudad que más suelos Clase I (de excelencia agrícola) ha perdido en términos absolutos, sin embargo, el fenómeno es transversal en el país. Investigaciones previas citadas en el análisis indican que, en las últimas tres décadas, más de 32.000 hectáreas agrícolas han sido reemplazadas por proyectos urbanos en diversas ciudades de la zona central y sur. De esta superficie, un 85,5% correspondía a suelos cultivables de alta calidad (categorías I a IV).
El equipo investigador advierte que, a diferencia de otras naciones desarrolladas, Chile carece de una política de protección efectiva del suelo. «Mientras otros países cuentan con legislación para evitar la urbanización sobre suelos de alta capacidad, en Chile ese vacío normativo permite que sigamos perdiendo un recurso que es irrecuperable a escala humana», enfatizan los autores.
Este escenario cobra mayor relevancia bajo el concepto de seguridad del suelo (soil security), enfoque central de la publicación científica. El académico del Departamento de Ingeniería y Suelos de la Universidad de Chile, Marco Pfeiffer, subraya que la protección de este recurso es vital no solo para la agricultura, sino para la regulación hídrica y climática.
«La seguridad alimentaria empieza en el suelo. Cuando urbanizamos las tierras más fértiles del país, no solo perdemos productividad: también comprometemos la capacidad futura de producir alimentos sanos, cercanos y sostenibles«, afirma Pfeiffer.
El estudio concluye con un llamado urgente a las autoridades para integrar el valor edáfico en la planificación territorial. Los expertos sostienen que proteger el suelo agrícola dejó de ser un asunto «rural» para convertirse en una cuestión estratégica de seguridad nacional, esencial para enfrentar el cambio climático y garantizar el sustento de las futuras generaciones.