Diana Aurenque y el rol del afecto: «El amor ha sido la herramienta ortopédica más radical para subsistir»
Tiempo de lectura: 2 minutos En el debate de la soledad en la era de hiperconexión, la investigadora plantea que, lejos de ser una cursilería, el amor y los vínculos son la tecnología que permitió a la especie humana sobrevivir a su propia fragilidad biológica.
En un contexto marcado por la digitalización acelerada y una paradójica sensación de aislamiento social, comprender la naturaleza humana desde su fragilidad biológica se vuelve urgente. La filósofa, comunicadora y académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada (CEDEA) de la Universidad de Chile, Diana Aurenque, advierte que con el auge de la digitalización, surge una incomprensión de nuestra propia naturaleza animal.
Según la experta, la sociedad actual no carece de emocionalidad; al contrario, se trata de una era de «exceso de emoción», gobernada por la ansiedad y el miedo. «Reconocer la emocionalidad no es reconocer un fantasma o una cursilería, es más bien reconocer el lado animal que somos», explica la académica.
La fragilidad del cuerpo frente a la ciudad digital
Aurenque sostiene que el ser humano es un «mamífero extraño», evolutivamente frágil y con cuerpos poco adaptados para la supervivencia en la naturaleza salvaje. Para compensar esta vulnerabilidad, la humanidad desarrolló una «segunda naturaleza»: la cultura, la técnica y, fundamentalmente, la ciudad. Sin embargo, este entorno construido para la protección ha derivado en nuevas problemáticas de salud mental y cohesión social.
«Hemos desarrollado una forma de vida tan técnica, tan digitalizada y desapegada del cuerpo físico, que el cuerpo animal que tenemos se manifiesta desgastado y cansado«, señala la académica.
La filósofa pone especial énfasis en el rol de las pantallas. Si bien no aboga por un rechazo a la tecnología, advierte que dispositivos como el teléfono inteligente se han convertido en una «muralla de protección» que dificulta el contacto visual y el encuentro cara a cara. «No es fácil estar frente a frente, y cada vez menos, sobre todo para los más jóvenes», añade.
El amor como mecanismo de supervivencia
Otro de los puntos de su análisis es la interpretación del amor no solo como un sentimiento, sino como una estrategia evolutiva. Para Aurenque, el amor —entendido en su sentido amplio, desde el vínculo de pareja hasta la relación madre-hijo— ha funcionado como una «herramienta ortopédica radical» para la subsistencia de la especie.
«Somos una especie de tan ‘mala calidad’, con todo respeto, tan frágiles, que si no hubiéramos tenido la idea del amor (…) no hubiéramos sobrevivido«, argumenta. Fenómenos biológicos complejos y riesgosos, como el embarazo y el parto humano, requirieron del desarrollo de vínculos afectivos profundos para garantizar el cuidado mutuo y la continuidad de la vida.
Para cultivar cuerpos sanos y ciudades que cuiden, Aurenque propone alimentar el cerebro con complejidad, recuperar el encuentro físico y ver las ciudades como espacios de recreación e inclusividad real como los tres ejes esenciales para el bienestar social.
Finalmente, la escritora adelanta que estas reflexiones formarán parte de su próximo libro, el cual cerrará un ciclo de su obra dedicado a la condición animal del ser humano, abordando nuevos desafíos contemporáneos como la relación entre los géneros.