«Ciencia del florecer»: Un libro que enseña a pasar de «plantkiller» a «plantlover» con evidencia científica
Tiempo de lectura: 2 minutos Tres autoras unen biología y enfermería en una guía que busca democratizar el conocimiento botánico, explicando la fisiología de las plantas para erradicar el miedo a la jardinería y potenciar el bienestar mental.
Para muchos, mantener viva una planta de interior parece una misión imposible, autodefiniéndose como un «plantkiller» (asesino de plantas). Sin embargo, un nuevo lanzamiento editorial busca derribar ese mito demostrando que la «mala mano» es, en realidad, solo falta de información. Se trata de «Ciencia del florecer: De plantkiller a plantlover», un libro escrito por las biólogas Carolina Fernández y Karen Campos, junto a la enfermera Macarena Navia, que utiliza la ciencia para transformar la relación de las personas con sus plantas en macetas.
El proyecto nació de una amistad y la creación de una comunidad en Instagram que creció exponencialmente durante el estallido social y la pandemia. «Nos dimos cuenta de que la gente tenía problemas para cuidar sus plantas y no sabía dónde recurrir. La jardinería es aprender, equivocarse y experimentar», comenta Carolina Fernández.
El objetivo del texto es democratizar el conocimiento científico, traduciendo procesos biológicos complejos a un lenguaje cercano y amable para cualquier principiante.
La «trinidad» del cuidado botánico: Riego, sustrato y luz
Según las autoras, el fracaso en el cuidado de plantas no se debe al azar, sino al desconocimiento de tres pilares que se abordan en profundidad en el libro. El error más común es el riego excesivo. «No transformes tu amor en exceso de riego», advierten las expertas, explicando que muchas personas creen erróneamente que «más es mejor», lo que termina pudriendo las raíces.
El segundo punto es el sustrato, un elemento a menudo ignorado por quienes se inician en la jardinería urbana. El libro detalla la diferencia entre suelo y sustrato, y cómo preparar la mezcla adecuada para permitir la aireación y retención de humedad necesaria.
Finalmente, la luz es el factor determinante. Fernández explica un concepto clave: la diferencia de percepción entre el ojo humano y la necesidad vegetal. «Nosotros tenemos pupilas que se ajustan, pero la planta vive de la luz. Algo que para ti es luminoso, no necesariamente es suficiente para que la planta haga fotosíntesis«. De hecho, desmitifican la idea de tener plantas en baños sin ventanas: «Si no hay luz, pon una planta de plástico, porque una viva no sobrevivirá», sentencian.
La plasticidad de las plantas
Macarena Navia aporta la perspectiva desde la enfermería, destacando cómo la neurobiología respalda la tenencia de vegetación en el hogar. «Observar las formas y colores induce un estado de calma. El color verde es el favorito de nuestro cerebro y baja los niveles de cortisol», explica Navia.
Además, el texto aborda la geografía de Chile. No es lo mismo cuidar una planta en el norte de Chile, con aguas más salinas y radiación intensa, que en el sur. Sin embargo, las autoras destacan que las plantas son «las reinas de la plasticidad», capaces de adaptarse a diversos entornos si se les otorgan los cuidados correctos según la zona.
Estructurado como un viaje fisiológico, el libro invita al lector a imaginar ser una gota de agua, recorriendo desde las raíces, subiendo por los tallos y hojas, hasta llegar a la floración. Además, incluye «copuchas botánicas», datos curiosos sobre la historia de las plantas —como la burbuja económica de los tulipanes— que hacen de la lectura una experiencia educativa y entretenida.
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